viernes, 30 de octubre de 2009

La guitarra de mi viejo PARTE UNO


Desde muy pequeña era natural para mí, despertarme para ir al jardín de infantes con papá cantándome una canción. Pasaba tardes, días y muchas horas escuchándolo y admirándolo. Dueño de un humor muy particular, le cambiaba la letra a las canciones para incluirme en ellas. Había una, con la música de Bonie and Clyde que decía: "Cecilia es una porquería muy linda y muy chiquita que no quiere a su papá" y yo, que carácter nunca me faltó me indignaba; ¿cómo iba a decir "que no quiere a su papá"? Lo de porquería no me molestaba, pero que no quería a mi papá era inadmisible.

Mi padre, Ernesto, nacido en Uruguay es músico. Canta - autor, dedicó su vida a la música, él dice que lo hizo porque no le gustaba trabajar, yo digo que lo hizo porque amaba hacerlo, pero nunca terminó de jugarse entero por ese amor, nunca terminó de creer en él.


Los primero años de mi vida transcurrieron yendo de casa en casa según sus necesidades artísticas. Vivimos en Villa Gesell, porque cantaba allá junto a Piero, Marilina Ross, en un café que se llamaba "La bota Rota". Todas las noches yo iba al show con mi mamá y volvíamos caminando los tres. Mamá llevaba la guitarra y papá me subía a su hombro como una bolsa de papas y decía: "Tengo un chancho barato, quien lo quiere comprar". Me encantaba ese juego como tantos otros que inventaba, que hacían más amenos esos momentos de mucha dureza y sacrificio por parte de ellos que pasaban desapercibidos para mí. En esa época él compuso para mamá una canción muy linda, que en una próxima entrega se las voy a transcribir. El nombre de esa canción es "María de Enero"

No hay comentarios:

Publicar un comentario