martes, 5 de abril de 2011

LA GUITARRA DE MI VIEJO PARTE 7


Desde mis 20 años hasta el 2005 me dediqué a cantar, casi 18 años dedicados a la música. Recuerdo la primera vez que papá fue a verme a un show, fue en un Pub´ que estaba dentro del shopping de Adrogué, se me hizo un nudo en la garganta, porque siete años de distancia finalizaban esa noche. A partir de ese momento él empezó a entender y a compartir. Nos llamaba a mi hermana y a mí para cantar jingles o para grabar maquetas para el exterior, pero ahora sé que llegó tarde; en ese momento yo vislumbraba un futuro incierto, y ya muy en el fondo de mis pensamientos aparecía la posibilidad de dejar de cantar. Pero ¿a qué me iba a dedicar? si jamás me había imaginado de otra forma, ni siquiera sabía que otra cosa era capaz de hacer, y me daba miedo, mucho miedo. ¿Estudiar? Ni loca, ¿Perder mi libertad? Imposible, todo giraba en círculos y no encontraba respuestas.

En el año 98 comencé a interesarme por Internet, volvía de los shows, prendía un cigarrillo y miraba en la TV el programa Formar, que era un programa de educación a distancia en el que siempre mostraban algunos tips gratis. Como hice con la guitarra, y como tenía la computadora lejos de la TV, escuchaba lo que enseñaban, anotaba, y corría a la computadora a aplicarlo. Al mismo tiempo, una amiga puso una agencia de publicidad interactiva y me contaba todo lo que hacía, y yo, sin darme cuenta, aprendía.

Al cumplir mis 30 en el 99, ella y su empresa compraron un stand en Expomanagement y yo lo fui a ver. Como había tanta gente, tomé un manojo de tarjetas de uno de los Ejecutivos de Cuentas y me puse a atender al público. En un momento ella me miró, se acercó y me dijo: ¿No querés trabajar en mi empresa?, sabes más que mi propia gente, respondí un rotundo “no” y salí corriendo. Pero después llegué a casa y me dije ¿por qué no? ¿Por qué no darle una oportunidad a algo diferente? La llamé y puse mis condiciones, total fue ella quien lo propuso:

 Si tengo show me voy.
 Si estoy cansada no vengo.
 Si tengo gira me voy.
 Soy sólo una asistente que viene a aprender.

Ella aceptó y a cambio me pagaba $ 450. No pasaron muchos meses hasta que me convertí en Ejecutiva de Cuentas y cada día me comprometía más. Durante cinco años trabajé de las dos cosas, casi 20 shows por mes y la empresa, y cada vez las señales de abandonar la música se hacían más fuertes y notorias.
Normalmente todos mis procesos son internos, a los ojos de los demás parece que tomo decisiones apresuradas pero no es así. Estaba muy cansada y no podía seguir agarrada de las dos cosas, no tenía vida propia y el único momento que me hacía realmente feliz era la hora que cantaba, pero todo el resto, la noche, los bares, la supuesta libertad, ya no. Tenía que jugarme, tenía que elegir.

Una noche de abril del 2005, un jueves, no pude dormir. Tenía shows viernes y sábado en Moliere de San Telmo, de los primeros luego de la tragedia de Cromañón 7. No pude dormir porque había llegado la hora, la decisión estaba tomada y ese mismo viernes dejé de cantar. Llamé a los chicos que cantaban para mí y les dejé todo menos mis equipos de sonido que vendí, solo me quedó la guitarra, algunos cables y mucha vida, mucho recorrido, muchas experiencias, mucha emoción, mucha felicidad por todos los rumbos y decisiones que tomé.

¿Y la empresa? ahora soy una de las dueñas, ¿y la guitarra? muy pocas veces la toco; ¿y mi sueño? “no hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí”, dice Serrat en una de sus canciones; ¿y qué hago en la facultad a los 39 años? tal vez esté continuando una vida que abandoné a los 20 años; o simplemente éste es mi momento de construir otro camino; tal vez haya tenido la suerte de encontrar otras cosas que me hacen feliz. ¿Y mi libertad? siempre fui libre de elegir mi destino; ¿y la guitarra de mi viejo? Marcó mi vida, signó mi futuro, alumbró mi camino, estuvo en contra y favor.

Hay un antiquísimo cuento Zufi de la filosofía de los derviches 8 que una vez alguien me contó, es el cuento de Fátima la hilandera, lo recuerdo vagamente. Fátima era la hija de un adinerado hilandero, que en la vida le fueron sucediendo cosas en las que fracasaba y pasaba de la felicidad a la infelicidad rápidamente, pero de todo lo que hacía aprendía algo. Finalmente todo lo que aprendió le sirvió para triunfar en lo último que le tocó hacer. Tal vez por algo parecido estoy hoy a esta hora haciendo este trabajo práctico.