Casi siempre uno se deja arrastrar por los mandatos sociales, todos aquellos "sí" y "no" con los que crecimos, con los que juzgamos a otros y nos juzgamos a nosotros mismos.
Es como si tuviéramos un placard lleno de trajecitos y se los vamos probando a todos: trajecito de mejor amiga, trajecito de mamá perfecta, trajecito de casarme y tener hijos, trajecito de marido y/o mujer perfecta, trajecito del amor eterno, y etc.
Esta semana descubrí tirado, baqueteado y lleno de tierra el famoso trajecito del "amor de la vida", se lo he probado a muy poca gente, a veces quedó grande, otras quedó chico y hasta quedó perfecto la última vez. Sin darme cuenta estuve a punto de metermelo bajo el brazo y empezar a salir a probarlo como loca por ahí... pero decidí quemarlo como a todos los trajecitos de mi placard.
No quiero más trajecitos, no quiero más "deber ser", no quiero nada que me obligue a algo, no quiero rótulos, quiero fluir y dejar fluir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario